Es a sabiendas que el mundo es cruel. El niño lo conoce por sabiduría, por sus traspiés. El niño se esconde. Tiembla. Teme. Sin darse cuenta crece. Se ignora a sí mismo. Se lapida a cada hora Puntual, cuando nadie mira, cuando todos lloran.
Su mirada ladra en silencio. Se destruye de cuantas maneras conoce. Sus heridas se muerden para no sangrar para que nadie lo vea y lo haga sentir mal, peor de lo que él se siente en su cama. Cuando cae en sus trampas.
El niño huye de lo bueno. Se hospeda en lo malo. Se retuerce de mentiras lleno, se fustiga y no lo ve raro.
El niño sabe que ha de ser adulto. Que ya no puede bramar. Que no cuenta con su mamá. Se conoce listo, no astuto. Se desconoce valiente. No le teme a la muerte.
Su secreto es él mismo. Sus actos, de defensa su mecanismo. Sus miles de sabores, de otras bocas y otros nombres. Sus experiencias ya marchitas de romances rotos. Su corazón sin fondo, que no palpita.
Como un animal se observa. Se encuentra salvaje, intermitente. En su aspecto se aloja, su disfraz permanente. Sus palabras bien escogidas son llamadas de auxilio que nadie descifra. Mejor así, más fácil el exilio.
El niño mira siempre bajo su cama, sabe que obra mal, teme a los monstruos; tiembla sin parar. De sus tabúes celosos es preso y se atraganta. Ni se reconoce, ni ve su acabar. Ya ni él se aguanta. Este veneno, su gozo.
Se desliza por su garganta, hasta un pecho ya hueco, sin asfaltar, de restos rocosos, de escombros maltrechos y esbozos de una persona mal curada y sin perdonar.
El niño tiene miedo. El niño tiene secretos. El niño es un adulto atrapado, una bestia desubicada. Un alma errante arañada. Un humano triste, decepcionado.
El secreto de un niño asustado, es su reflejo por las noches, las heridas de sus costados; son todas las atrocidades que un corazón enfermo con ira y celos ha perpetuado.
El secreto de un niño asustado es la soga escondida bajo el colchón con la que fantasea y que a su cuello cuelga. Es la cuchilla oxidada de su cajón, junto a todas las canciones que no puede dedicar y los poemas que nunca terminará. Es La soledad. Es La falta de seriedad. Es el miedo. Es la vergüenza y sus espejos. Es el desamor. El aullido contenido que nunca alivió. Son los celos. La envidia hacia otros y sus restos.
El secreto de un niño asustado que mira el precipicio deseando su caída, es todo aquello que no se cura y que otros miran de soslayo. Todo lo que no se puede decir y se esconde tras la risa; porque es pecado, porque hace daño, porque a la piel eriza.
El niño no se muere, porque cree en los amaneceres. El niño no se cuelga, no se ahorca porque no es su hora. El niño no se corta, porque es cobarde. El niño no se lanza al vacío porque ya es tarde. El niño es huidizo.
El niño guarda su secreto, en su ropa interior, donde encuentra abrigo cuando otros encuentran temor.
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