Mucho tiene que ver la falta de sueño, la baja autoestima y el hundimiento moral de haberme fallado a mí mismo a lo largo de todos esos meses; estar perdido y no reconocerte son contextos díficiles de entender, de vivir, y sobre todo, desconoces el cómo entraste y cómo salir. Así estaba yo las semanas siguientes al Pride. Estaba atrapado en una profunda resaca moral e intelectual. Necesitaba septiembre como quien espera las manos de Dios ante la auténtica perdida del alma…o de la fe.
Mi desempleo duró poco más de una semana. Al poco de cerrar el Cosmopolitan, hice lo que cualquier persona acostumbrada a sobrevivir haría: tirar de agenda, de Infojobs y de todo los canales de comunicación donde el empleo pudiera estar. Mi insistencia obtuvo frutos durante la mudanza del Cosmo días después de su clausura, uno de los ex de Fénix, me acercó a lo que creí imposible. Lo que me faltaba para la búsqueda de inspiración de mi sombría creatividad. Debéis saber que el sexo, la clandestinidad, lo inverosímil y lo retorcido es algo que siempre formará parte del ecosistema de mis musas.
Lo que me faltaba en el currículum experiencial de mi conciencia. La materialización de lo que en mis novelas escribía, pero en versión cutre, con horarios imposibles y normas absurdas. Amigos, os hablo que acabé trabajando en una sauna nudista destinada al intercambio de parejas. Aunque lo que menos ocurría eran los intercambios. Era un lugar, destaquemos, puramente heterosexual. ¿Que había bisexuales? Pocos. Ahora, las imágenes, los sonidos y hasta los aromas que ahí pude encontrar no era más que material para la fórmula de mi tintero. Un laboratorio sin explotar de historias y aventuras. O eso pensaba yo… Ni dos meses duré.
Dos importantes ideas saqué de ahí:
La primera es que sin ropa, todos somos igual de vulnerables e igual de fuertes. La desnudez nos une, nos hace iguales.
La segunda es que, lo creáis o no, los hombres heteros respetan más a las mujeres cuando las tienen desnudas o cubiertas por una toalla. Es decir, no defiendo ninguna postura, yo aliado de ellas siempre, no obstante, nunca vi, en mis turnos al menos, ningún tipo de abuso o intento de ello. Ellos solían preguntar, buscar con la mirada o entablar algún tipo de charla antes de realizar cualquier acercamiento, no sé. Un rollo distinto del que se observa en una discoteca o incluso la calle.
Hice de todo en aquel sitio, desde limpiar una enorme piscina hasta aprender a hacer cócteles que en la vida había escuchado. Aprendí nuevos tipos de interacciones y descubrí que no hay edad límite para experimentar con tu cuerpo o tu libertad sexual. Encontré y escuché situaciones de lo más curiosas: lo extendido que está el voyerismo, el intercambio de parejas entre amigos, hasta simples nudistas que solo disfrutaban de la compañía de otros o del mero silencio de un intento de cascada en miniatura…
Creo que las personas son un mundo inexplorado y que nos pasamos toda la vida tratando de descubrir nuestros propios secretos más entrañados.
Al acabar el Pride, con todo, decidí arrastrar a varias Antonias en una excursión normalizada a Sandoval. Con el verano que estaba teniendo me interesaba asegurarme que mi salud no había sido maltratada más allá que un hígado cansado o unos pies extenuados. Limpio. Al igual que todos ellos. Niños siempre responsables i-responsables.
En una de estas visitas, recogidas de resultados y demás quehaceres, tuve una charla con mi amigo Lewinsky. Le conoceréis de la entrada anterior por hacer un trío conmigo entre otras muchas aventuras escandalosas en las que se vio metido este verano. Aventuras que darán para una entrada dedicada a él. La Antonia accidental que se vio en el ojo del huracán más emblemático de los que hemos sufrido en la familia. La conversación que me engendró un profundo malestar, estuvo, como no, relacionada con mi ex, Ícaro. La leyenda de nuestro romance que durante el 2019 me ha perseguido como una sombra incansable. No por él, ojo.
Ícaro y yo vivimos una relación tan larga, con tantos altibajos y una entrega absoluta de nuestros más íntimos impulsos que hay ideas que no consigo concebir. No es la primera vez que sé de sus escarceos durante nuestra relación. Los comentarios, las historias y rumores llegan a mis oídos sin que yo pida nada, sin que yo solicite tal boletín de noticias. Situaciones en las que se ha visto metido Manhattan o El Director, entre otros.
Aquella mañana, en las escaleras del edificio Sandoval, mientras Lewisnky bromeaba yo solo sentía que un volcán inactivo se encendía sobre los recuerdos más arraigados de mi cosmos interno. Ícaro había sido el gran amor de mi vida, mi primer novio de verdad, la pareja con la que me imaginé y rocé la eternidad. La persona por la que hubiera dado un ojo de la cara o hasta mis dientes, que son más preciados. Dolía. Mi respuesta a tales comentarios con respecto a su feddback en Instagram fue:
-Haz lo que quieras con él. Pero que yo no me entere. No lo menciones en mi presencia y asegúrate de que no escuche cómo hablas de él ni con quién.
Mantuve la ira enfrascada en mi pecho y contuve el tono para no sonar tal y como sonaba: como una persona tóxica. Sabía que no era quien para decirle a mi amigo con quién o con quién no podía liarse o tontear. No era quien para impedir que dos personas que se atraían o llamaban la atención coincidieran en algo. No era nadie para impedirle a mi ex rehacer su vida. Sin embargo, imaginarme a un miembro de mi familia de Madrid, a alguien que era mi amigo con el que tantas cosas había compartido, compartiendo fluidos, cama o dejando que mi ex entrara en él o en su vida, me suponía de todas a todas un puñal. Un puñal celópata, paranoide y sobre todo, me creaba la sensación de no controlar la situación. Alguien que había amado a Ícaro como lo había hecho, que se había enamorado de él con dieciséis años, que me había cogido de la mano en situaciones que ni el más cercano de mis amigos llega a imaginarse, que me había soportado y que había encontrado en mi oscuridad la luz necesaria para seguir adelante conmigo, no iba a ser feliz permitiendo una situación así. No sé si hoy, 10 diciembre de 2019 cuando escribo esto, llevaría mejor tal realidad. Tres son las personas por las que me enfadaría sobremanera, me dolería a niveles inimaginables, si uno de mis más allegados amigos comenzaran algo con ellos. Por supuesto el principal es el héroe de mis novelas, la bondad de mis deseos pasados y la torre dorada de mi castillo espiritual: Ícaro. Los otros dos, Huracán Patronus y El Jilguero.
Cuando abandoné a Lewinsky por su lado y me dirigí a casa no podía quitarme de la cabeza aquello. Soy obsesivo con todo lo que me hiere, con todo lo que escapa a mi control, con todo lo que a largo plazo pueda suponer tener que agachar la cabeza o morderme la lengua. Aquella situación lo era.
Se suponía, Camilo que estabas intentando tener algo con Foster. Se suponía que habías dejado atrás tu pasado y que te centrarías en seguir adelante. Se suponía que tras tocar fondo durante aquel verano, estabas decidido a salir a flote. Se suponía que debías renacer, convertirte en la mejor versión de ti mismo y derrochar energía, optimismo, entusiasmo, brillar por todo lo bueno que aún estaba por pasarte. Pues no. Una extraña culpabilidad se aferraba a mí. Me sentía culpable del fracaso de mis relaciones. De todas ellas y de las que nunca surgían. Habían sido dos años tan movidos. Había conocido a personas dignas de ser amadas que había rechazado (Tango, CBAOLP) y había encontrado a personas mágicas que no eran para mí (Bucólico). Y cuando intentaba aclarar todo aquello, el recuerdo incesante de lo que tuve durante seis años, volvía a mí. Pensaba que quizá nunca debí dejarlo con Ícaro. Pensaba que quizá nunca debí ir más allá con Huracán de lo que fui. Pensaba que El Jilguero nunca saldría del nido de mi cabeza. Pensaba en las citas, las inseguridades, los cuelgues temporales y pasajeros, pensaba en la primiscuidad exacerbada y en el círculo de tíos que había rotado por mi cama. Pensaba que la culpa no era más que mía por apostarlo todo al bando perdedor. Ser como era no hacía más que complicarme la vida y necesitaba un cambio, necesitaba renacer. Como fuera.
Huí a Talavera. Necesitaba despejarme de todo. Con Foster acababan de ocurrir cosas que solo podrán entenderse en la última entrada de esta saga estival, y yo sentía que me cascaría como un huevo si no escapaba. Ahí, en el seno de mi origen y de mi escapatoria. Donde cada vez que voy me inundan los recuerdos, el pasado y rememoro al Camilo que nunca imaginó que sufriría como lo estaba haciendo. Durante el trayecto desde Madrid, solo podía sentir que jamás volvería a ser el mismo, que estaba roto a niveles afilados y que la única manera de empezar la nueva etapa que vendría después sería tragándome el dolor hasta eliminarlo por costumbre o sabiduría. Me encontré en la noche sentado frente al Tajo, observando las estrellas de finales de agosto con una de las mejores compañías de mi infancia: Gitana. Con ella me abrí como una rosa al florecer sobre cuanto me pasaba y con ella comprendí muchas cosas que hasta ahora no comprendía. Le hablé de Ícaro y de todo el bombardeo emocional. ¿Por qué nos rompimos? ¿Por qué no fuimos capaz de superar la prueba? ¿Cuándo se nos acabó el amor o lo que teníamos? ¿Deja la magia de existir en quienes la usamos en exceso?
-Vuestra relación se rompió sin daros cuenta.-Me decía ella.-Tal y como me cuentas lo vuestro, no se rompió cuando lo abristéis. Se rompió cuando vistéis en esa apertura la solución a todo lo demás. Él de alguna manera dejó de necesitarte o de desearte y se conformó con otros aspectos de la relación. Tú no te conformabas, le querías a él y al no tenerlo excediste la situación. Dejásteis de contaros las cosas que hacíais por miedo a herir al otro y sin daros cuenta veíais en otros cosas que vosotros ya no teníais. La relación abierta no fue el problema, el problema es que quizá tuvistéis una mala gestión de ella.
Sabias palabras, pensé.
-Vaya-Es todo lo que pude decir.
Repasé poco a poco toda nuestra relación como una batería de imágenes en sepia donde era capaz de tocarle, de sentirle y de escucharle. Reviví su olor, sus besos y el tacto de sus manos con las mías. Un flashback vino a mí. Los besos robados en el puente romano de Talavera, las sonrisas que nos sacábamos cargadas de complicidad, el tratar de entendernos, en como me fijaba en sus movimientos articulados y ensayados, en mi novela, en como éramos héroes fugitivos de quienes no nos comprendían. Un sinfín de emociones avivaron en mí, una multitud de sensaciones como si todo el amor del mundo me llenara en ese momento. Entraba en mi pecho y avivaba el magma del centro de mi cuerpo hasta que se rompía. Era un sonido agrietado, como el de una rama o una hoja seca al ser pisada. Un espejo roto y un graznido. Vino a mi mente Satélite. Nuestra primera gran prueba y acto seguido, Huracán. Todo cuanto hice por él, todo cuando le dije y le confesé en aquel banco donde le dábamos la espalda a la realidad, aquella nota de voz a las tantas de la madrugada, la discusión bajo la llovizna del amanecer, sus besos de vodka… La vida se me iba apagando entre besos y gemidos de desconocidos, rostros que ya no podría recordar y que ya no pensaba admitir; amigos que me encontraron desnudo, chicas a las que había besado, pensamientos grotescos e imágenes orgiásticas embutidas y embalsamadas de alcohol y la lascivia más vacía de la que me hacía víctima y no verdugo, la ineludible magia de Bucólico que era más esencia que persona, los intento vanos de Tango queriendo quererme cuando yo no estaba preparado para ello, la fortuita anulación que hice de El Chico Bobo Al Otro Lado de la Pantalla… El Jilguero. Su cuerpo bailando con el mío y su mirada de noche clavada en mí, el destello entre esas largas pestañas y su voz seca y su tono frío. Las bofetadas repartidas, los abrazos que nos dábamos, los besos con rabia y los cientos de te odios que le vociferé cuando nadie me escuchaba… Ícaro de nuevo…
A veces podemos pasarnos años sin vivir y, de repente, toda nuestra vida se encuentra en un solo instante.
Oscar Wilde
¿Acabaría todo aquello de una vez? ¿Tan jodido estaba como para no superar todas y cada una de esas escenas? ¿Todos los hombres de mi vida pensaban permanecer ahí, como heridas permanentes? Todo un torbellino de Imposibles me exigía no avanzar, me empujaban a la peor versión de mí. A la búsqueda de nuevas sensaciones, a la confusión, a ocultar secretos aberrantes en el sótano de mi propia conciencia… Foster. Con Foster las cosas deberían cambiar, pensé.
-El último intento-me repetía.-A partir de aquí, dejo de insistir con los tíos y me centro en mis estudios y mi trabajo. Eso haré. El último intento…
Volví a Madrid con la firme idea de así buscarlo y así quererlo. Volví con la decisión tomada que debía enfrentarme a él y a lo que sentía, pasara lo que pasara y así avanzar.
Agosto terminaba y empezaría septiembre y yo debía empezar una nueva vida, fuera como fuera, el verano de la década debía quedarse atrás.
El cielo está cansado ya de ver la lluvia al caer y cada día que pasa es uno más parecido a ayer […] Y para ser más franca nadie piensa en ti como lo hago yo, aunque te dé lo mismo
Shakira
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