Niñez

En la niñez
todo comenzaba con
érase una vez.

Los dragones,
las vistas desde las torres
el caballero y su corcel,
cuando todo era bonito y de papel.

El sonido tenue de las olas
acompañaba de noche sus juegos.
Castillos de arena y amapolas
que alejaban de la orilla sus miedos.

Las noches en vela y las nanas de su voz.
Las rodillas raspadas y los llantos sin ton ni son.

Era inevitable: lloraba y lloraba.
Ella le calmaba
y entonces le decía:
¡Que importante eres en la vida mía!

Reina de mi alma
De su mano siempre paseaba
sin importar donde le llevaba
Lo único que a la vida le pedía
era que ella nunca le faltara.

Mamá o papá;
su amor incondicional.
La vida fácil,
la lejana oscuridad.

Los reproches tardíos.
El miedo a crecer.
El miedo a perder.
Los abrazos en el frío.

En lo alto el mástil.
El inocente navegar.
Vestido de valentía
y de absoluta libertad.

Y aunque te lo diga una, dos y tres
Nunca importaba
Si todo estaba del revés;
nada acababa.

Eterna niñez.
Juventud inmortal.
Cuento sin final,
que empezaba siempre
con érase una vez.

El Cluv del Veinte, con V de Valientes.

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